Un hilo conductor de oración y fraternidad
A lo largo de los días de la Asamblea Mundial, los delegados fueron guiados y “guardados” por la oración. Cada mañana, el canto Mi Señor y mi Dios, entonado con calma y repetidamente, se convirtió en un soplo de aire fresco. Día tras día, la asamblea, cantando y escuchando la Palabra de Dios, tomaba forma y se convertía en un solo cuerpo. Los cantos conocidos por una comunidad nacional pasan a ser “propiedad” de una ardiente comunidad de oración. La Palabra de Dios se escucha varias veces al día en las lenguas de los delegados. De este modo, todos pueden abrir sus oídos a la música de los demás: tamil, letón, eslovaco, mandarín, japonés… Una misma comunidad nacional vive y comparte a veces con dos o incluso tres lenguas en uso. Qué estimulante es dar vida a las grandes regiones, donde a veces la lengua es un obstáculo, una fuente de dificultades para entenderse. La alegría se expresa en las palmas que aclaman la Palabra de Dios cuando se proclama el Evangelio.
Algunos pueden sorprenderse al escuchar la música de un canto de su comunidad nacional entonado en una lengua completamente distinta, siguiendo los pasos de los misioneros. Las procesiones de ofrendas son siempre un momento solemne en el que las manos elevan al cielo productos locales o continentales. También es un momento para agradecer todo el trabajo realizado por los voluntarios colocando a los pies del altar un ordenador, cámara de fotos, cafetera, llave inglesa, auriculares, etc. A medida que pasan los días, la asamblea en oración respira al unísono. El Padre Nuestro se susurra para que llegue a nuestros oídos la diversidad de prosodias y la musicalidad de las lenguas. Es ahí que surge un verdadero canto de pájaros.
La oración del cuerpo que los delegados experimentaron la mañana del día en silencio, liberó los movimientos: las manos se levantan para bendecir. También pueden juntarse en el pecho en señal de escucha. Los cuerpos se inclinan en señal de saludo.
Durante el proceso de elección, los momentos de bendición apoyan a los miembros elegidos del nuevo Consejo Ejecutivo Mundial y los envían a su misión. De este modo, el momento de la votación se enriquece con esta oración de los cuerpos, que invoca regularmente al Espíritu que nos guía y se convierte en nuestro “supervisor”.