Oración en unión con la Eucaristía del domingo 6 de agosto de 2023, Fiesta de la Transfiguración del Señor
Como nos invita el Padre Arturo Sosa, Superior General de la Compañía de Jesús y Asistente Mundial de la CVX, pido la gracia de detenernos y encontrarnos con el Señor de una manera nueva y luminosa.
Seis días después, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. A la vista de ellos su aspecto cambió completamente: su cara brillaba como el sol y su ropa se volvió blanca como la luz. En seguida vieron a Moisés y Elías hablando con Jesús. Pedro tomó la palabra y dijo a Jesús: «Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, levantaré aquí tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Estaba Pedro todavía hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y una voz que salía de la nube dijo: «¡Este es mi Hijo, el Amado; éste es mi Elegido, escúchenlo!» Al oír la voz, los discípulos se echaron al suelo, llenos de miedo. Pero Jesús se acercó, los tocó y les dijo: «Levántense, no tengan miedo.» Ellos levantaron los ojos, pero ya no vieron a nadie más que a Jesús. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No hablen a nadie de esta visión hasta que el Hijo del Hombre haya resucitado de entre los muertos.». (Mt. 17, 1-9)
- En este pasaje de la Transfiguración, los discípulos, Pedro, Santiago y Juan, nos representan a todos. La primera invitación nos llama a dar gracias por esos momentos de claridad en los que la fe es más sencilla y natural. Recuerdo esos momentos de cercanía a Dios vividos dentro de la CVX.
- La segunda invitación del Evangelio es a ponernos en camino. Subir la montaña significa caminar al encuentro de Dios. Ponerse en camino es desinstalarse. Significa abrirse al encuentro y a la reconciliación con nosotros mismos, con la comunidad y con Dios. Significa estar dispuestos a correr riesgos para superar los obstáculos. ¿Cómo resuena esto en mí?
- La tercera invitación es al encuentro con el Señor. Requiere silencio interior, acallar mis propios ruidos para poder escuchar al mundo y a Dios en el mundo. Entro en este silencio para escuchar lo que el Señor quiere decirme. Entonces puedo entablar un diálogo de corazón a corazón con Cristo.